
No creo que haya sobre esta tierra persona alguna que no anhele ser amada franca e incondicionalmente, todos buscamos un “amor eterno”, los novios frente al altar de Dios se prometen: “Te amaré hasta que la muerte nos separe”, y otras tantas promesas que emocionan a los asistentes incluso hasta las lágrimas.
Alguna vez asistí a un matrimonio en el que la novia entonó una canción alusiva a tan sacra unión y los ojos del novio se empezaron a llenar de lágrimas, yo espero que esa unión continúe y que todas las promesas vertidas frente a más de doscientos asistentes se cumplan una a una. Sin embargo, también son muchas las parejas que al paso de los años, a veces pocos años, cuatro, o cinco, sienten que se han unido a un desconocido (a), que lo único que aprecia sobre todas las cosas es a él mismo; “no lo perdonaré jamás”, me dijo una amiga sumamente dolida por la actitud de su esposo (ambos cristianos) que no la supo defender de las críticas muy duras que le hicieron los parientes de él. Al parecer, esa falta de perdón hizo nacer pronto raíces de amargura que crecieron y después de más de quince años amenazan con derrumbar su matrimonio.
Hace unas semanas conversé con ella, “estoy orando por tu familia” le dije, “confío que Dios esté obrando y restaurando la relación con tu esposo”, ella se quedó en silencio y luego me respondió: “no deseo volver con él” (ellos están viviendo separados hace unos cinco meses), “solo pensar que volverá a casa me enfermó y estuve mal casi una semana”, escuchar este tipo de cosas me impacta, no puedo evitar hacerme la pregunta: “¿se acabó el amor?”, quienes hemos reflexionado acerca del amor a la luz de la Palabra de Dios, sabemos que amar no es solo un sentimiento, es una acción que se manifiesta como consecuencia de una decisión, que debe estar basada en el conocimiento de la otra persona, sabemos que durante la etapa del noviazgo no llegaremos a conocer a profundidad a quien será el o la cónyuge, que el verdadero conocimiento se dará por la convivencia, pero en la medida de la sinceridad y la imparcialidad que ambos pongan en la etapa previa al matrimonio se podrán evitar muchas desilusiones.
Entonces, en realidad el amor nunca se acaba (“El amor nunca deja de ser”, 1Co. 13), lo que se acaba es la comunicación entre él y ella, si hacemos una analogía entre la Iglesia y Cristo, y el esposo y la esposa, esto es muy fácil de entender: la oración y la lectura de la Palabra hacen que estemos en contacto permanente con el Señor, es decir que estemos comunicados; eso requiere de la voluntad, es decidir hacerlo, oraré porque necesito decirle al Señor qué me está pasando, decirle que le amo, que estoy alegre o triste, en fin; hablar con Él. Leyendo la Biblia sabré qué piensa Dios, conoceré lo que quiere de mí, seré enseñado por los ministros de la fe, alabaré, viviré plenamente MI RELACIÓN con Dios.
En la relación de esposos debe ocurrir algo similar, debe haber comunicación, él debe saber qué le disgusta a ella (que deje las cosas tiradas- es lo más frecuente), ella debe saber qué le disgusta a él (que se tarde demasiado para alistarse- es lo más frecuente), y ambos deben acordar cómo resolver estos asuntos, en realidad muy caseros, pero todos conocemos el pasaje bíblico: "Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas que echan a perder las viñas, porque nuestras viñas están en cierne" (Cantares 2:15), el pasaje se escribió en el contexto de una relación de pareja, por lo que considero se debe aplicar prioritariamente como consejo para evitar que las pequeñas cosas deterioren o hagan implosionar el amor. Por supuesto, estas no son las únicas causales de un distanciamiento, tal vez se hacen más notorias cuando algo mayor ha ocurrido, por ejemplo que ella haya perdido la admiración que sentía por él, ahora lo ve tan inseguro, falto de iniciativas, descuidado, dejado, y se pregunta: “¿qué será de la familia si esto sigue así?”, se puede proyectar lo mismo para el caso del varón; si en la escena hace su aparición otro (u otra) la situación se complicará porque el engaño, la infidelidad, la traición, jamás conducirán a nada productivo.
“Yo le aceptaré de regreso cuando vea que él ha cambiado de verdad”, me dijo mi amiga la última vez que conversamos, “ya no me quiero exponer a una persona inmadura y carnal”, comprendo su temor, pero hasta qué punto esta es la solución, si él quiere volver, ¿no es bueno que ella le de otra oportunidad? O que al menos le haga saber que hay una condición que debe cumplirse para rehacer su vida en común, ¿no lo estará exponiendo a ser presa de las tentaciones y circunstancias diarias de la vida?, ¿realmente el amor se acabó? Consideremos primero la Palabra de Dios y dejemos que sea Él quien restaure nuestras relaciones, si oponemos resistencia solo perderemos un valioso tiempo de felicidad.
Solo hay una razón bíblicamente fundada por la que se acepta el divorcio: la infidelidad, cualquier otra situación es mucho más fácil de resolver, lo que significa que aún la infidelidad se puede superar si ambos están dispuestos a someterse nuevamente a la voluntad del Señor, recalco ambos porque muchas veces es únicamente él o ella, y así no es posible reparar nada.